Ponce exquisito como siempre

Una leve horda ruidosa de antitaurinos recibía a los visitantes de Vista Alegre. Casi 5.000 espectadores frente a los activos 20 gatos maulladores. El griterío penetraba en la plaza silenciosa. Y Ponce brindaba a Vargas Llosa solemnemente. De la seriedad del maestro de Chiva carecía el toro de Garcigrande. Pero a la peña bilbaína igual le da que le da lo mismo. Ni el garcigrande amexicanado, regordío y pitorrillo de Juan José Padilla conmovía. Para protestar ya estaban los de fuera. Y a la postre la felicidad se instaló en el 50 aniversario de Bilbao con diferentes baremos. De la exquisitez doblemente premiada de Enrique Ponce a la autenticidad, no calibrada con la misma igualdad, de Talavante. De los tibios inicios al meollo de la cuestión. Entre Ponce y Padilla bien se podía haber establecido un concurso sobre quién se lo pasaba más lejos. Sólo que uno se lo tomó muy a pecho y otro le echó pecho y desparpajo. Al descaro del Ciclón se sumó que mató y la espada precisamente restó ...