Peter Pan se casa con Wendy
Circulan por ahí algunos libros cuyos autores han tenido la original - y, para mí, feliz - idea de darles un vuelco total a los finales de los cuentos infantiles más tradicionales y conocidos... Te partes de risa, se lo aseguro... Imaginen, por ejemplo -como algunos de esos escritores han ideado- que Caperucita Roja lleva en la cestita, en lugar de miel para su abuelita, una navaja albaceteña de dimensiones considerables; y que, lejos de dejarse amilanar por los afilados colmillos del lobo, saca su genio de mil demonios y, de una certera puñalada, deja a la fiera más seca que un campo castellano en pleno mes de agosto... Imaginen que a Blancanieves no la salvan ni el príncipe, ni los siete enanitos, ni la paz ni la caridad: ¡vamos!, que casca para toda la eternidad envenenada por la manzana de la bruja; y todo porque Blancanieves es tan imbécil que hinca el diente en la fruta que le ofrece una tía con aspecto más que asqueroso... Imaginen que Peter Pan se deja de rollos de niño