Los Gorbachov en la Corte de los Menem
Mijail Gorbachov y Raisa podían imaginarse que estaban en el Kremlin. Los iconos nada tenían que envidiar a los del palacio de Leningrado. Amalia Lacroze de Fortabat, embajadora de Carlos Menem, reina del cemento y millonaria anfitriona del almuerzo, había tomado más vodka que un ex soviético y se deslenguaba ante sus perplejos invitados: los quince más ricos empresarios argentinos, encantados de conversar con el príncipe de la perestroika y su esposa. Hasta el negro Mercedes Benz que había conducido al matrimonio hasta allí parecía a tono con los tiempos que corren en la nueva Rusia de Boris Yeltsin. Hubo que empujarlo para que . se pusiera en marcha con el Premio Nobel de la Paz dentro, porque su motor se empeñaba en detenerse. Apenas habían pasado 12 horas de su llegada a Argentina, el domingo, cuando Gorbachov pudo conocer la hortera frivolidad «menemista» y salir airoso. Para su sorpresa, lo trataban con las mismas reverencias que a Joan Collins, Gina Lollobrigida y Sofía Lor