Los Mussollini vuelven al Parlamento de Italia

«Si no me fiáis el escaño de mi abuelo, cogeré el del primer ministro». Con el enfado de un niño pequeño y elegantemente vestida con un traje sastre beige y una blusa fucsia, Alessandra Mussolini irrumpió ayer en el Parlamento italiano perseguida por una riada de cámaras y periodistas.

71 años después de que Benito Mussolini ocupara su propio escaño, la nieta del «Duce» se presentó ayer ante los herederos del Parlamento que en 1922 se doblegó a la autoridad de su abuelo y de sus «camisas negras». En 1921 Mussolini, cerró el ciclo de las elecciones libres en la Italia monárquica. Es posible que en 1992 su nieta Alessandra, cierre, simbólicamente se entiende, el ciclo de la I República Italiana y asista al nacimiento de la II República. He podido intercambiar apenas dos palabras con Alessandra, serena en su triunfo, «sexy», pero lejos del cliché perversamente atrevido con que los cazadores de recuerdos le han sacado estos días, semidesnuda en poses de «pin-up» de sus mediocres experiencias cinematográficas. «¿Qué piensa del fascismo? ¿Es usted su reencarnación, su recuerdo o su resurrección?». «Soy simplemente mussoliniana», respondió. Es verdad, no ha renegado nunca de su nombre, quizás un día, por devoción al abuelo logre sentarse en el mismo escaño que ocupó el fundador del fascismo.

Ayer no pudo hacerlo. Cuando llegó a la sesión de instalación del Parlamento surgido de las elecciones del pasado 6 de abril, otro diputado del Movimiento Social Italiano (MSI) ya ocupaba el famoso escaño: el de la tercera fila del extremo derecho de la sala. «No entiendo por qué tanto escándalo. Alguien tiene que sentarse allí y debería ser yo», dijo. Sin embargo, sus colegas «misinos», molestos porque ella les ha robado el espectáculo, se han negado a dejárselo. Por ahora se ha conformado con votar en la misma urna que Benito criando, recién elegido diputado en 1921, tuvo que votar al presidente del Parlamento. En la idéntica urna, después de 71 años, se ha introducido una papeleta de mano de un Mussolini. Italia ha tenido que sufrir una guerra perdida, transformarse de monarquía en república, abrirse a la democracia, pasar del hambre al bienestar, colocarse entre los siete países más industrializados del mundo, para que ayer, en la apertura de la XI Legislatura de la República, el nombre de Mussolini volviera a sonar, por voz de un funcionario de la Cámara de Diputados, para llamar a Alessandra.

Arriba, en los palcos del hemiciclo reservados a los invitados, el hijo mayor del «Duce», Romano Mussolini, padre de Alessandra, un pianista de jazz, se seca las lágrimas al ver entrar a su hija. La madre de Alessandra, Maria Scicolone, hermana de Sofía Loren, no está para asistir al triunfo de su hija. «¿Por qué?». «Porque sólo teníamos una invitación y me ha parecido lógico que fuera para Romano». «¿Cómo ha tomado la tía Sofía eso de su entrada en política?». «Estupendamente, lo mismo que mi tío Carlo (Ponti)». Romano está allí, arriba, en el palco de los invitados. Le miran con curiosidad. Se asemeja mucho al «Duce» aunque está a años luz de su política. En los años del desprecio, en la época en que el nombre de Mussolini era una vergüenza nacional se dio al «jazz» y así ha conseguido renombre. Ahora está allí, enjugándose las lágrimas.

Dos Mussolini el mismo día y a la misma hora en el 'Parlamento italiano, iquién lo diría! Le pregunto a un viejo «camérata»: «¿Usted por qué ha venido?». «iAy!, para ver a la nieta del «Duce». Estoy emocionado, me ha hecho recordar mis años juveniles. me ha hecho volver atrás con tanta nostalgia». «¿Usted era un camisa 'legra?». «Naturalmente», responde. Adentro, por primera vez en la historia de la posguerra, los grandes partidos italianos no se han puesto de acuerdo para elegir al presidente del Parlamento.

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