Los ángeles perdidos del Actor Studio
Casi todas las jóvenes estrellas del Actors' Studio -el templo del «método» de interpretaciónhicieron papeles de neuróticos, en grado más o menos agudo. Basando su interpretación en la expresión de los sentimientos y las reacciones ante situaciones, los chicos del Actors' son la esencia de la «representación», es decir, de la negación de la propia personalidad para asumir la ajena.
Así que nada más brillante y tentador que representar a personajes inestables que les permiteran lucir toda su gama de recursos dramáticos (en el sentido estricto, se trata de una escuela de interpretación teatral). A diferencia de Marlon Brando o James Dean (por citar a los jóvenes más populares del «método»), Montgomery Clift dio en pantalla una imagen de autenticidad, fue él mismo y no los personajes que representaba (o, lo que es lo mismo, transformaba a éstos para adaptarlos a su personalidad), dando la impresión de que sus neurosis en la ficción no eran más que un reflejo de las que sufría en la realidad.
Así que nada más brillante y tentador que representar a personajes inestables que les permiteran lucir toda su gama de recursos dramáticos (en el sentido estricto, se trata de una escuela de interpretación teatral). A diferencia de Marlon Brando o James Dean (por citar a los jóvenes más populares del «método»), Montgomery Clift dio en pantalla una imagen de autenticidad, fue él mismo y no los personajes que representaba (o, lo que es lo mismo, transformaba a éstos para adaptarlos a su personalidad), dando la impresión de que sus neurosis en la ficción no eran más que un reflejo de las que sufría en la realidad.
También se distingue Clift por un criterio personal a la hora de elegir sus papeles (hizo sólo dieciocho películas en otros tantos años, lo que es poco para un actor de su categoría) y a la de renunciar en ocasiones al cine para continuar con el teatro. Con prestigio de independiente y dotado de un talento evidente, Clift fue unánimemente admirado pero también temido: arrastraba una fama, justificada, de actor problemático, difícil, inestable, con los agravantes o las consecuencias de excederse en la bebida y consumir drogas y de haber sufrido un accidente que le marcó definitivamente. Sin perder en ningún momento su aspecto de joven desvalido, Clift envejeció prematuramente, dando una resultado noblemente patético en la pantalla. Clift murió hoy hace ahora veinticinco años, cuando tenía sólo cuarenta y cinco pero su carrera se había acabado hacía ya tiempo. Un récord de velocidad, y de perdurabilidad en el recuerdo de todos los aficionados, para uno de los actores más prometedores que haya dado el cine americano.
Iniciado en grupos de aficionados cuando no era más que un adolescente, debutó en Broadway a los quince años y se mantuvo allí durante unos cuantos (fue la época en que se montó el Actors' Studio). Significativamente, por ese prestigio fue llamado a Hollywood para hacer una película con un director y un actor que eran todo lo opuesto al «método» y a los personajes problemáticos: con Howard Hawks y John Wayne en el magistral western Río Rojo. Ciando ya se había rodado esta Niíc ola, pero aún se encontraba en su complejo proceso de montaje, se estrenó otra que hizo posteriormente con Fred Zinnemann, Los ángeles perdidos, emotiva defensa de los niños como víctimas de la guerra, que le valió la primera de sus cuatro candidaturas al Oscar.
A partir de entonces tiene lugar la época dorada de Un lugar en el sol, De aquí a la Eternidad, Yo confieso, y de su mayor popularidad (según una encuesta, los dos acontecimientos más esperados por las jóvenes norteamericanas eran la llegada a la Luna y la boda de Clift y Elizabeth Taylor). La tendencia se quiebra a mediados de los 50, cuando sufre su accidente automovilístico y se propaga su homosexualidad y su alcoholismo. Pero de esa etapa final proceden sus mejores interpretaciones, las más auténticamente trágicas y autobiográficas, la de Río salvaje (Kazan, 60), Vidas rebeldes (Huston, 61) o su oscura y póstuma El espía.
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