Brian de Palma juntos pero no revueltos
Cruel, muy cruel ha sido quien tuvo la genial idea de poner juntos, pero no revueltos, el Doctor Jekyll y Mr. Hyde de Rouben Mamoulian y el Raising Cain de Brian de Palma. «Como los dos hablan de la doble personalidad, pasémolos en sesión continua», debió pensar la mente más lúcida de la Mostra. Sesenta años separan las dos películas, sesenta años del Festival de Venecia que así, a simple vista, han servido de bien poco.
iQué lección de suspense y sencillez la de Mamoulian! ¡Cuánto exceso de artificio y relumbrón en Brian de Palma! De la forma más ingenua, por culpa de ese festival paralelo donde se proyectan las películas que compitieron en aquel histórico 1932, la Mostra se ha mirado con miedo al espejo y ha descubierto las facciones salvajes y peludas de Mr. Hyde. Con la última película de Brian de Palma, el cine vuelve a la edad de piedra. Con el inquietante filme de Rouben Mamoulian, recordamos con nostalgia aquella edad de oro de los años treinta, con nombres como los de Frank Capra, King Vidor, Howard Hawks, y James Whale compitiendo codo a codo en dos apretadas semanas. iAquel sí que era un festival de primera! El primero, para ser exactos.
De alguna manera, suponía el reconocimiento oficial del cine como séptimo arte; mejor dicho, como «pintura animada», que así figuró en los carteles de la Bienal de Venecia de aquel verano. El mismo año que nacieron Sofía Loren y Liz Taylor, con Roosevelt a la cabeza de un imperio y Stalin a los mandos del otro, con Hitler y Mussolini incordiando en el medio, se celebró en el Lido la I Mostra d/Arte Cinematografico. La sala de proyecciones se improvisó en la terraza del flamante hotel Excelsior, con vistas al mar. Por el módico precio de 15 liras, los cerca de mil espectadores (hamacas de mimbre en las primeras filas; austeros butacones en las últimas) disfrutaban de la película de turno con el rumor de olas como banda sonora. Si le daba por llover, la pantalla plegable se recogía en un santiamén y se trasladaba la fiesta al hall del hotel, un pastiche arabesco de las mil y una noches.
Así, en medio de ese escenario de película de los hermanos Marx, triunfó por todo lo alto el jovencísimo Fredric March, en el doble papel del apuesto Doctor Jekyll y el sádico Mr. Hyde. En un abrir y cerrar de ojos, March se metió a todos los espectadores en un puño, algo de lo que no puede presumir 60 años después del polifacético John Lithgow, obligado por Brian de Palma a representar dos, tres, cuatro y hasta cinco grotescos personajes. El Doctor Jekyll de Mamoulian es como el vino que ha sabido madurar; el Raising Cain de Brian de Palma es el vinagre que viene agrio de fábrica.
Y si bueno era el vino del 32, tanto mejor la cosecha: del Frankenstein de James Whale (con el terrorífico Boris Karloff) a The Champ de King Vidor, del Forbidden de Frank Capra a The Crowd Roars de Howard Hawks, del Camino hacia la vida del soviético Nikolaj Ekk al A nous la liberté de René Clair... Películas todas que pueden volver a verse en sesión continua hasta el día 12 en Venecia. La Mostra mira hacia atrás, y lo hace con cierta resignación y muchísima nostalgia. Fellini dice que la Mostra es «un monstruo que vive de recuerdos», y no le falta razón al maestro.
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