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Mostrando entradas de abril, 2016

Hasta el reloj parado da la hora dos veces al día

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Después de más de un mes largo de precipitaciones torrenciales, el sevillano, que no es precisamente un ser anfibio, sino alguien de secano a pesar de haber nacido en el lecho de un antiguo cauce fluvial, está hastiado de mirar al cielo y encontrarlo gris.  Todos sabemos que los tópicos mienten diciendo una parte de verdad. Al fin y al cabo son fórmulas retóricas gastadas que aplicamos ante una realidad previsible. Igual que este célebre pareado, con vocación de ripio, que exalta a la ciudad costumbrista bajo el diluvio, Sevilla asumió hace tiempo sin discutir otro lugar común: «Vivimos del turismo». Ya no. O, quizás, sólo a medias. Es cierto que esta industria sirve de sustento a una parte de la ciudad, pero a otro buen número de sevillanos le resulta absolutamente neutra e inútil, salvo para despertar ese ridículo sentimiento de orgullo patrio que sentimos cuando viajamos -nunca nos parecerá demasiado- al exterior. La ciudad, sin embargo, confía toda su imagen pública a esta