Las armas de los chinos

No se puede decir lo mismo de China. Esta nación mantiene su propia política nuclear y todavía no se ha manifestado. Más bien ha dejado caer algunas impresiones acerca de que el mundo que les rodea está en un absoluto caos, mientras ellos son la esencia de la cordura.

No es para tomárselo a broma, puesto que China tiene en su poder 31.8 cabezas nucleares con una potencia que oscila entre 1 kilotón y 5 megatones, que pueden ser disparadas desde misiles terrestres con alcance de hasta 7.000 kilómetros, y desde submarinos con alcance de 3.300 kilómetros. Todo el globo queda al alcance del poder nuclear chino. Una nación con más de 1.100 millones de habitantes que todavía vive bajo un poder absoluto unificador, pero a la que los estrategas auguran tensiones y revoluciones. Un país que siembra la desconfianza en Occidente. Quedan aún varias incógnitas. 

¿Qué capacidad nuclear tiene Israel? ¿Cuál es su potencia destructiva? Y en el caso de Pakistán e India cuáles son las respuestas a ambas preguntas. Aún hay más naciones sobre las que se sospecha que están enfrascadas en la búsqueda de su propio armamento nuclear. Hay una larga lista, en la que ocupaba el primer lugar Irak. Este país podría ser el ejemplo de lo que desde Occidente se considera el potencial enemigo del futuro. Armado hasta los dientes y con un ejército enorme, contaba con un potencial bélico químicobacteriológico tremendamente destructivo y buscaba afanosamente producir en su suelo la bomba atómica. 

No es de extrañar que se permitiera afanes expansionistas. Ahora sólo cabe preguntarse qué pasará. Pese a que la propuesta realizada por EE UU es de una gran importancia, especialmente porque el continente europeo se libera de gran parte de las armas que lo atenazaban, otra gran cantidad de armas nucleares sigue amenazadoramente en su lugar. Ello provoca que las reglas básicas de la disuasión estén inalteradas. 

Además, nuevos países se suman a esa política y hacen crecer sus arsenales, lo que provoca desequilibrios constantes en esa política de disuasión basada precisamente en el equilibrio: Se ha avanzado, pero queda mucho para que el peligro de una guerra nuclear se aleje de nuestras mentes. Y no hay que fiarse de ellas. El pasado miércoles el científico británico Stephen Hawking dijo en Sevilla algo no muy alentador y que resulta perfecto para este caso: «El mayor peligro radica en que nuestro poder para dañar o destruir el medio ambiente o al prójimo aumenta a mucha mayor velocidad que nuestra sabiduría en el uso del poder». Luego añadió: «Para cuando el sol haya estallado, ya habremos dominado el arte de la navegación interestelar, si es que de aquí a entonces no nos hemos autodestruido».

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