O revientas o caminas

Todo el mundo está cabreado en Madrid en razón del caos circulatorio ampliado por los paros del Metro y los autobuses. Trasciende la irritación de los ciudadanos y es evidente el desconcierto de los jefes políticos que aparecen más que nunca en la televisión explicando divinamente que no saben qué hacer para solucionar el conflicto. La madre de todas las huelgas está generando muchas antipatías hacia los colectivos de trabajadores atrapados en los conflictos.

Los sindicatos clásicos no tocan bola y descalifican el espontaneísmo asambleario que dio vida a la plataforma de la compañía de autobuses. La doble huelga ha convertido a Madrid en la metáfora de un hormiguero mucho peor organizado que cuando estas cosas corren por cuenta de las hormigas. 

Al cabreo de la calle se añade la intemperancia de algunos despachos en los que se confunde firmeza con intransigencia. No falta quien incluso alcanza a ver los hilos de una conjura para desacreditar a Alvarez del Manzano. Todos critican los paros y el abuso del derecho de huelga pero nadie parece recordar el origen concreto del conflicto en el caso de los autobuses. Nadie recuerda que la huelga está planteada para obligar a la empresa a readmitir a una treintena de trabajadores despedidos por realizar otra huelga; no ignoro que en aquella ocasión los trabajadores incumplieron la ley y los servicios mínimos pero también sé que fueron al paro porque estaban ganando veinte mil duros al mes. Todo el mundo dice o escribe cosas sobre esta huelga pero todavía no he oído a ningún jefe político decir que estaría dispuesto a vivir él y su familia con las 110.000 euros mensuales que cobran los trabajadores de las dos compañías.

Sólo piden veinte mil más. Tengo para mí que si los gerentes cobraran la mitad y los conductores el doble no tendríamos días de huelga en los transportes públicos de Madrid.

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