Albert Einstein era ante todo un humanista

Hace falta algo más que buena disposición de ánimo, templanza y un inveterado optimismo vital para sobreponerse a las circunstancias actuales y seguir creyendo en que «todo va a ir bien». Ni la filosofía del Premio Nobel -ciertamente optimista y corajuda- nos rescata ya de este malestar colectivo que empieza a hacer mella hasta en los espíritus más combativos, entre los que me hallo.

Albert Einstein dejó escritas para la posteridad -ya hemos llegado a ella- un cúmulo de reflexiones sobre la crisis, evidenciando que, además de tener una mente analítica muy bien dotada para las matemáticas, era un humanista enganchado a la actualidad que reflexionaba sobre el acontecer de los tiempos que le habían tocado vivir.

Escribió Einstein, en sintonía con la «crisis como oportunidad» de los chinos, que la crisis es «la mejor bendición que puede sucederles a personas y países, porque la crisis trae progreso», y sentenció: «Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones». Ahí queda eso.

Nos adentramos en el estío en medio de una situación caótica que anuncia una temporada de otoño-invierno draconiana. Atrás quedaron los felices tiempos del otoño caliente.

Que venga aquí, a la Comunidad Valenciana, el ectoplasma de Einstein a explicarles al Presidente del Consell, Alberto Fabra, y a sus lugartenientes, el vicepresidente José Císcar, y los consellers de Hacienda y Economía, José Manuel Vela y Máximo Buch, que es «una bendición» dirigir el destino de una autonomía quebrada y en la ruina, dependiente de Madrid para poder pagar a sus proveedores y las nóminas de sus funcionarios. Aquí la única Ley de Dependencia que se está aplicando es la que rige las relaciones entre la Comunidad Valenciana y la capital del Estado. Nuestro grado de discapacidad es tal que sólo los llamados hispabonos -nuevo mecanismo de financiación para las autonomías- cuya presentación se llevará a cabo hoy, jueves, en el seno del Consejo de Política Fiscal y Financiera, salvarán circunstancialmente a las arcas autonómicas de la situación limite a la que están abocadas. Los hispabonos supondrán un respiro para el erario público valenciano de 4.600 millones de euros. Con esa cantidad, la Generalitat pagará deudas y salarios. No hay para más.

Estamos «quebrados», y el adjetivo es el que utilizan en Madrid dirigentes del PP para referirse a esta tierra, la valenciana, antaño lugar de oportunidades y hogaño un territorio comanche al que esos mismos dirigentes no osan asomarse por temor al contagio. Lo explicitaba Alfonso Rus hace unos días, al afearle a Mariano Rajoy, su presidente del partido y nuestro presidente del Gobierno, haber elegido contemplar el fútbol en Kiev antes que machacarse las retinas con la desolación de 50.000 hectáreas calcinadas en la provincia de Valencia. Rajoy está en el pelotón de los que también saben que estamos «quebrados», se lo comentaba el pasado sábado en la boda del hijo del ex ministro Jaime Mayor Oreja a quien quiso poner la oreja. Lo que hablaron Rajoy y Rodrigo Rato en ese mismo escenario pertenece a otro negociado, pero no es casual que el ex presidente de Bankia vaya a ser citado a declarar, por el PP, ante la comisión de Economía del Congreso de los Diputados. Rato quería comparecer para dar su versión de los hechos del culebrón Bankia y lo ha conseguido.

A Fabra, como a Rajoy, les salva de momento el relato ese tan socorrido que lleva por título La herencia recibida. A la vuelta del verano ambos necesitarán el talento de Einstein para evitar que el cabreo generalizado alcance niveles de conflictividad social desde hace mucho erradicados en la piel de toro y en el Levante feliz. Hay siglos que no estamos para nada. El XXI, por ejemplo.

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