Entre querellas y entusiasmos.

Es cierto que Juan Ramón Jiménez (JRJ) fue el poeta de la soledad compartida. El solitario y sus (escasos) amigos. Pero, sobre todo, sus enemigos. Conquistó la cumbre lírica sin compañeros de viaje, pero con la generosidad del maestro. Entre la distancia y la atención a los otros. A veces, una atención convulsiva. Juan Ramón Jiménez (1881-1958) es una literatura donde todo halló su sitio. La poesía fue el motor, la bujía. Y lo demás, el alimento necesario para confeccionar el mundo y la voz singularísima del poeta. Entre ese asunto de folios están las cartas. El epistolario en el que JRJ trazó la ruta de sus afectos, sus agravios, sus placeres, sus certezas y tantos desengaños. 

Unas misivas que la Residencia de Estudiantes comenzó a publicar en 2006, reuniendo los documentos repartidos entre 1898 y 1916, y cuya aventura alcanza ahora el segundo volumen, Epistolario II, correspondiente a lo enviado y recibido por JRJ entre 1916 y 1936. Años de gran valor simbólico en la biografía juanramoniana: del matrimonio con Zenobia Camprubí, y la publicación del libro Diario de un poeta recién casado, hasta el exilio de la pareja. Al frente de la edición, uno de los más destacados expertos en la obra del andaluz universal, Alfonso Alegre Heitzmann.


Esta nueva aventura reúne 520 cartas, más de 200 inéditas, que trazan no sólo el itinerario de un hombre, sino la geografía del mundo que lo rodea. Hay decenas de destinatarios: su madre, Ortega y Gasset, Antonio Machado, Valle-Inclán, Pérez de Ayala, Manuel de Falla, Unamuno, Corpus Barga, Gabriel Miró, Salinas, Guillén, Bergamín... Y a cada uno le da su sitio, su tono, su complicidad o su condena. Diríamos que JRJ es el delineante certero de la literatura española de la primera mitad del siglo XX, entrevisto en los juicios de tantos de estos documentos. 

«No creo en ningún momento haber indicado ni a usted ni a nadie que yo deseo reanudar mi amistad con Salinas y Guillén. Yo tengo en mucho una amistad; y cuando un amigo me ofende de manera injusta, como en los casos bien conocidos por usted, nunca más vuelvo a tener relación amistosa con él. (Pero no mezclo nunca esto con lo literario)». Así escribió a Dámaso Alonso en julio de 1933. Para entonces, casi todos los miembros de la Generación del 27 habían roto relaciones con el autor de Piedra y cielo. 

Salinas abrió fuego. Y detrás fueron unos y otros. Bergamín fue, quizá, el de mayor virulencia. Un ejemplo: «Bergamín, mi explicación es sólo ésta: mi puerta queda cerrada para los enredadores de la vida literaria española» (mayo, 1929). 

En el amplio repertorio de estas páginas está también el Juan Ramón de esa otra intimidad menos sonora, más hacia dentro. Lo explica el autor de esta edición: «A menudo es en las cartas familiares o a amigos queridos donde oímos la voz más auténtica del poeta, o donde entramos en su intimidad más inmediata». Es el caso de su relación con la jovencísima escultora Marga Gil Roësset. La joven se suicidó en un chalecito de Las Rozas el 28 de julio de 1932, desamparada porque JRJ no respondía a las señales de su enamoramiento. Y en el epistolario no queda más que un leve registro de esta circunstancia. «Iba a esculpir en piedra el busto de Zenobia. La joven se había enamorado del poeta. Desgraciadamente, las dos cartas que tratan el tema, aun siendo importantes por su carácter inédito, muestran sólo el ácido distanciamiento del asunto», explica Alfonso Alegre. 

La República y su adscripción también está en la travesía de estas misivas. JRJ le escribe a Fernando de los Ríos aventando su afinidad con el nuevo gobierno. Y asimismo, los quehaceres del complejo Juan Ramón. Sus proyectos. Sus colaboraciones. O la retirada de éstas por algo que no le gustaba. Así sucedió con la exigencia de exclusión, vía telefonema a Jorge Guillén, de su artículo sobre Bécquer previsto para la revista Los cuatro vientos, en 1933. «Quedan hoy retirados trabajo y amistad». 
Estas cartas son el jardín particular del premio Nobel, donde herborizan los sentimientos, las memorias, los grandes y pequeños recados. Un nuevo perfil no sólo del protagonista, sino de varias generaciones de creadores que dieron cuerpo al tronco de la literatura.

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