La torpeza de Letizia

Fue y no quiere seguir siéndolo, la más perfecta Lolita de los años 80, que embutida en sus tejanos y amplia sudadera cantaba a un taxista que circulaba sin rumbo fijo por las calles del mundo. Joe le taxi le arrancó de la infancia y los estudios, y ya para siempre se convirtió en un icono del deseo, Vanessa Chantal Paradis (Saint-Maur-des-Fossés, París, 1972). La música y aquella imagen de bella inocencia dieron paso al cine, y mereció el César a la actriz revelación con su primera película (Boda blanca) en 1989. Y después de una sonada relación con el músico Lenny Kravitz, sucedió un cruce de miradas en el hall de un hotel, una suerte de flechazo fortuito: así surgió el amor de Vanessa Paradis y el actor Johnny Depp, padre de sus dos hijos, su pareja desde entonces, 15 años hace y sigue. Un aura y una vida realmente mágicas.

Escucho los compases en mi cabeza, una música hipnótica, aquella de la francesita haciendo bucles con la garganta, y de pronto llega, cuando creíamos que tal vez no iba a llegar, porque aquí y en esto nunca se sabe.

Tarde, pero llega, tocada de un gorrito clochard, guapa pero con el gesto tenso, preocupada porque tiene al pequeño en la cama afectado de una gripe. Jack, de 10 años. Así que llega tarde y hay prisa, porque los niños enfermos quieren más que nunca a mamá, y mamá los extraña aún más. Pero maquillaje y peluquería no entienden de prisas. Vanessa se relaja sin remedio, en nuestro plató desnudo aún, que luego llenará una atmósfera de humo y perversión, vestida ella en sus vaqueros y su breve chaqueta de Chanel.

Y no volverá a hablar del tiempo, detenido, tropezando en las mil sillas que construyen este set tal que un cabaré. Conserva Vanessa esa especie de timidez desinhibida que la subió a los escenarios con 15 años, esa ternura hoy madura pero que no deja de ser, de niña. Cuando la máquina empieza a disparar, los minutos vuelan: la escena la quiere, los focos, el objetivo, las pautas del metteur en scène y sus ayudantes, que no cuestionará ni una sola vez. Se hace la magia y todo vuela.

«Bueno, no soy una persona muy creyente ni estoy especialmente interesada en el significado de los números: no es algo que me vuelva loca; pero si pienso en el siete, lo que viene a mi mente es algo bueno, me hace pensar en el cielo. Sí, suena bien el siete, me parece un buen número.»

¿Qué es la magia para Vanessa Paradis, o qué significa en su vida?.

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