El bosón de Higgs es capaz de generar masa

En la novela Recuerdos del futuro, de Robert J. Sawyer, dos científicos desatan una catástrofe al tratar de encontrar el esquivo bosón de Higgs. El miércoles, los investigadores del CERN (Organización Europea para la Investigación Nuclear) anunciaron la más que probable observación de esa partícula y la única catástrofe que se produjo es que a la llamada «partícula de Dios» algunos físicos proponen llamarla «la partícula sin Dios». Ya no hace falta pensar en un relojero que hiciera el reloj del Universo. El bosón de Higgs sería el mismo Dios porque genera la masa.

Hace 50 años el joven científico británico Peter Higgs conducía por la costa Este de EEUU con su esposa, Jody, y su hijo Christopher, de seis meses. Su corazón y su respiración estaban fuera de control y, asustado ante el temor de matar a su familia en un accidente, detuvo el coche. ¿Qué fue lo que le provocó el ataque de pánico? Higgs, entonces con 34 años, no era un tipo corriente. El ataque de pánico le sobrevino cuando pensó que tal vez era una basura.

Sin embargo, su vida estaba llena de golpes de suerte. Fue un niño con asma y pasó su adolescencia en su casa de Bristol, instruido por su madre. A su padre apenas lo veía porque, a causa de su trabajo de ingeniero de sonido de la BBC, vivía en Belford. Peter incubó un carácter sombrío, tenía fama de solitario y rehuía a las chicas. Fue un brillante bachiller, se especializó en matemáticas y entró en el King's College de Londres, donde destacó por su agilidad física y por su rebeldía. Lo suyo era que lo expulsaran por cuestionar el statu quo; pero no lo hicieron y se graduó en Físicas con el mejor expediente. Primer golpe de suerte.

Era un tímido nada romántico que, en lugar de ir a guateques, se perdía por el monte. Pero dejó descolocados a sus amigos cuando en la Universidad de Edimburgo enamoró a Jody Williamson, una atractiva profesora americana de lingüística. Su segundo golpe de suerte, porque Jody le abriría las puertas de EEUU. En Edimburgo tuvo la vislumbre que le daría la gloria: las partículas no tenían masa cuando se produjo el Big Bang; pero la adquirieron en una fracción de segundo después por la interacción con un campo teórico que permea el espacio.

El tipo poco gregario, el solitario sedicioso que abominaba de los caminos trillados, ahora cuestionaba uno de los lugares comunes más arraigados en la física, el de la simetría. Pero si el modelo estándar de física de partículas fuera perfectamente simétrico, simplememte no existiría la masa. Por lo tanto, algo debe de generar la masa de las partículas y romper la simetría del modelo. Ese algo se llama ahora el campo de Higgs porque fue el primero que lo intuyó. Predijo que si se agita con fuerza ese campo gelatinoso se producirán perturbaciones detectables. Son los bosones de Higgs.

Higgs era inasequible al desaliento, trabajó durante años y conoció la decepción y la amargura; pero nunca la desesperanza. Un 16 de julio de 1964, cayó en sus manos un trabajo de investigación, lo leyó, saltó y gritó: «¡Mierda, sé cómo hacerlo!». En la fiebre de la excitación pasó el fin de semana trepando por las colinas cercanas a Edimburgo, como un filósofo peripatético. Cuando volvió a trabajar el lunes, se sentó y no paró de escribir hasta terminar un libro. Se publicó, pero fue ignorado. Escribió otro y fue rechazado. En diferentes partes de Europa, otros físicos fueron llegando a la misma conclusión trabajando en equipo. Higgs, el ermitaño, trabajaba a solas y publicaba en solitario.

Otro golpe de suerte lo convirtió en líder de una teoría compartida. En agosto de 1965 tomó un año sabático. Jody estaba embarazada, consiguió un trabajo en la Universidad de North Carolina y volvió a su casa familiar en Urbana, Illinois, para tener el bebé con ayuda de sus padres. Cuando nació la criatura, Higgs estaba enfangado en un punto crítico del nacimiento del Universo.

Mientras disfrutaba del sabático en Carolina del Norte, el célebre físico de Princeton Freeman Dyson preguntó a Higgs si quería presentar su teoría en la universidad americana famosa como la residencia de Einstein, muerto una década antes. Camino de Princeton sufrió el ataque un pánico. Pensó que los sesudos científicos del Institute of Advanced Study se reirían de él. No lo hicieron, pero lo refutaron.

Hubo una segunda oportunidad para el solitario cabezota. Fue en Harvard, allí aceptaron su solución a uno de los mayores quebraderos de cabeza de la física subatómica: cómo crear la masa partiendo de una partícula, cómo del Big Bang podía emerger un universo ordenado.

Cuando volvió a Edimburgo en 1966 ya tenía reputación internacional. Vivía sólo para su partícula, cuando Jody alumbró a su segundo hijo. Se divorciaron y Higgs perdió la estabilidad emocional que lo hacía tan creativo, abandonó la investigación y se dedicó a la docencia. Al conocer, el pasado miércoles, la noticia del hallazgo, Stephen Hawking pidió el premio Nobel para su colega.

Dice que sólo se necesita así mismo y un lápiz bien afilado. Es ateo, le gustan los libros, los discos de vinilo y vivir sin pretensiones.

Higgs tiene hoy 83 años, un hijo científico, otro músico de jazz y dos nietos. Su piso en Edimburgo es, dice, «un burbuja en el continuo espacio tiempo». Todo está como lo dejó Jody al abandonarlo en la década de los 70.

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