Transformando la energía en masa

«Entonces, ¿eso del blusón que han visto es como poner ladrillos con cemento?», me pregunta un paisano. Me imagino a Mr. Higgs en un andamio, paleta en mano, echando ladrillos y con el blusón lleno de salpicones de cemento. «Bueno... es sólo una metáfora».

A mi amigo le gusta parecer brutote. Pero es hombre de estudios. De filosofía y letras. Entiende lo que es una metáfora y lo difícil que es explicar en 400 palabras periodísticas -y cogido por los pelos- lo que a los expertos les lleva una vida.

Al hablar del Universo y sus orígenes, todo se hace metáfora. Y con el bosón de Higgs se han multiplicado. Como mi amigo es más metalúrgico -su padre tenía una ferretería- le propongo otra: «Se te cae un clavo minúsculo al suelo lleno de limaduras. Pasas el imán y encuentras el clavo que, al haberse magnetizado, adquiere masa porque se le pegan virutas. Y cuanto más despacio lo arrastres, más peso coge: pues es como si hubiera pasado por un campo de Higgs...». «¡Pero eso ya era materia!». «Tú, es que has leído demasiado».

Las teorías que abarcan cosas tan enormes, el mortal común no necesita entenderlas. Vale con que las asuma. Escribes «e=mc2» y la mayoría lo pilla rápido: energía igual a masa por la velocidad de la luz al cuadrado. O sea, Einstein sacando la lengua, ¿no? Si desintegras un átomo, su masa se transforma en energía. Y sabemos que eso sí se puede hacer. Pero, ¿y el proceso contrario?

«Dice Hawking que el Universo sigue creciendo. Por ahí andarán los bosones esos, si hacen falta...», me desafía, sofista. «Ya, pero él no dice que la masa aumente, sino que se expande».

El CERN intenta recrear situaciones únicas de los instantes siguientes al Big Bang: de una explosión de energía surge la materia y un Universo sometido a leyes físicas que intentan formular. El periodismo puede titular unánime el hallazgo del bosón -interpretación obvia- pero no hay ni un solo entrecomillado de participantes en el experimento afirmando eso. Han detectado una partícula que encaja. ¿Y si hubiera otra?

«¿Y entonces?», insiste. Y ya es el momento de ponerse paternal, palmada en el hombro, y concluir: «Ten fe, hijo mío, ten fe, que ya nos lo explicarán todo cuando lo sepan ellos».

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